Hace unas semanas ocurrió un caso que no puede dejar indiferente a nadie.
En Marruecos una menor fue violada y posteriormente obligada a casarse con su
agresor. El maltrato al que fue sometida durante meses debió ser de tal que la
menor, en un acto de desesperación, se quitó la vida ingiriendo veneno para
ratas.
Todos los que vivimos en esta parte del globo sentimos indignación,
vergüenza y rabia al leer esta información. Sin embargo en oriente medio esto
parece ser de lo más normal, es más, la culpa de todo esto es de la propia
menor a la que llamaban “sucia” o “prostituta”…
Estos hechos, como el de la mujer violada en Afganistán y que además fue
condenada a 12 años de prisión, que a
nosotros nos provocan sentimientos de total rechazo son amparados por sus propias
leyes (art. 475 del código penal) . Las cuales permiten la práctica de estas vejaciones, en donde el agresor
puede eludir la pena de prisión si accede a casarse con la víctima, en donde
existe el llamado “Muduwana” que no es más que un código que se inventó para
justificar la denigrante situación a la que es sometida la mujer en Marruecos
desde hace siglos. Es cierto que en los últimos 10 años las leyes se han ido
flexibilizando pero aún así no dejan de ser prácticas arcaicas y que se basan
en la “interpretación” de los textos bíblicos realizadas por unos fanáticos
religiosos.
Al sean prácticas que se ejercen desde hace siglos la sociedad las
entiende como normales y casi no se cuestionan. Aún así se están creando cada
vez más movimientos y asociaciones en contra de la represión social que sufre
la mujer, lo que nos da una mínima esperanza de que en el futuro podamos ver la
tan esperada igualdad de derechos en los países del norte de África y Oriente
medio.
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