lunes, 12 de marzo de 2012

Así sí, así no.

Hoy en día estamos acostumbrados a que en todos los medios nos hablen de la violencia como un fenómeno físico que atenta contra la integridad de otra persona, animal o cosa.
Si hondamos un poco más en el tema nos daremos cuenta de otro tipo de violencia existente en la sociedad, una violencia que no es tan fácil de erradicar ni de controlar ni tampoco esta presentada concretamente como tal, es la violencia que ejerce la publicidad sobre los seres humanos donde, especialmente, se ven afectadas, bombardeadas y acosadas las mujeres.
Tienes que ser delgada, tener el pelo más largo y más suave, el mejor perfume, ser la mejor madre, comer estos yogures que te regulan la línea, hacer rápido las tareas de casa para poder complacer a tu marido y cuidar de tus hijos, tener un coche práctico para ir al trabajo, al cole, a la compra.... Tienes que llevar el mejor vestido, los tacones más altos y todo el maquillaje que tu cara pueda abarcar además de unos labios voluminosos, unas pestañas infinitas y por supuesto, cuanto más delgada estés mucho mejor.
Por otro lado, respecto a los hombres, no es tan masiva la imposición de un canon, basta con una buena cuchilla que no te deje ni un solo pelo en cara, el coche de tus sueños, el más rápido y el más caro mediante el cual podrás a tener a la mujer más espectacular (la que reúna los requisitos citados anteriormente) a tus pies siempre y cuando uses la colonia con la que las mujeres se pegarán por hacerte compañía.
Aunque se pueda ver con un aspecto cómico, todo esto es un tipo de "amenaza silenciosa" que cada día va minando la vida de las personas e intentando imponer un canon de belleza que en ningún caso, es representativo de la sociedad en la cual vivimos. Es por este continuo bombardeo, por el que sufrimos un maltrato continuo donde tenemos que ser esclavos de la imagen tan solo para gustar a los demás y sentirnos aceptados por la sociedad, cosa, que si eres tu mismo y desarrollas tu propio estilo, no podrás llegar a conseguir por no ser un prototipo fiel y leal a las exigencias de una sociedad de muñecas de porcelana.

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